viernes, 27 de junio de 2008


Para alcanzar la Alegría no vale el conocimiento sin la compañía del Amor. La esencia de la vida futura debe ser llegar a ser uno con Dios como quien alcanza un objeto de deseo al que se ha aspirado por mucho tiempo y que se obtiene tras incontables obstáculos.
Ese disfrutar de Dios debe ser una Eterna Primavera. Nuestra felicidad futura será directamente proporcional al grado que hayamos amado aqui. Si es que EL ES AQUI. Si es que Él es Amor.
Nuestra parte animal a la tierra, las confusiones que se las queden los locos o aburridos. Y contemplemos la belleza que hay en todo. La carne será el medio y el mundo el arma para la Unidad. En ese día las tres partes Una, sola y Esencial.
Al final no dejaremos de ser meros accidentes de la naturaleza y la guerra nos traerá la Paz.

Para los cuentos taoistas de Noctua


Te cuento lo que escuché una mañana


Vida bienaventurada que te escondes dentro de tu alegría!

¡Alegría que es Pura Luz!

¡Luz intelectual, colmada de Amor; Amor del Bien y de la Verdad, lleno de Alegría,

Alegría que sobrepuja ¡Toda Dulzura!

Este será el Fin, pero sin Fin!

Era una noche muy fría de invierno. Noctua se encontraba triste y sola. Había sufrido una indigestión de aceite y apenas tenía fuerzas para volar pero aquella noche intuía algo. Alzó de nuevo el vuelo y cuando llevaba poco tiempo vio a lo lejos un molino de aceite. Estaba por la provincia de Córdoba. Ya de lejos podía leer una trascripción que se encontraba en la puerta “no hay alegría para la tierra que yace largo tiempo sin cultivo” Así se acercó y vio la imagen de un rostro muy piadoso con un libro en la mano y un niño en la otra. Era Santa Ana, la maestra de los niños. El Ave lloró al sentir una dulzura estremecedora. Entonces comenzó a cantar “ Un buen encuentro vale más que siete vidas” y comenzó a dar vueltas por el Molino hasta que mareada cayó a los pies de un árbol seco. Era un olivo muy anciano con una sola rama de hojas. Todas dispuestas en cruz. Entre ellas diseñaban bellas frases de amor. Noctua miraba perpleja estas ramas y la extraña belleza del árbol que estaba prácticamente hueco y donde decidió pasar la noche. Entonces el olivo comenzó a hablar.

El Soplo


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