viernes, 27 de junio de 2008


Era una noche muy fría de invierno. Noctua se encontraba triste y sola. Había sufrido una indigestión de aceite y apenas tenía fuerzas para volar pero aquella noche intuía algo. Alzó de nuevo el vuelo y cuando llevaba poco tiempo vio a lo lejos un molino de aceite. Estaba por la provincia de Córdoba. Ya de lejos podía leer una trascripción que se encontraba en la puerta “no hay alegría para la tierra que yace largo tiempo sin cultivo” Así se acercó y vio la imagen de un rostro muy piadoso con un libro en la mano y un niño en la otra. Era Santa Ana, la maestra de los niños. El Ave lloró al sentir una dulzura estremecedora. Entonces comenzó a cantar “ Un buen encuentro vale más que siete vidas” y comenzó a dar vueltas por el Molino hasta que mareada cayó a los pies de un árbol seco. Era un olivo muy anciano con una sola rama de hojas. Todas dispuestas en cruz. Entre ellas diseñaban bellas frases de amor. Noctua miraba perpleja estas ramas y la extraña belleza del árbol que estaba prácticamente hueco y donde decidió pasar la noche. Entonces el olivo comenzó a hablar.

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