jueves, 1 de noviembre de 2007

El amor que no muere



Una india macuxi huyó de la bonita maloca * del rio Surumu, con el hijo de un tuxana Taulipang.
Y nunca más se separaron.
Si él iba a pescar, ella iba también.
Si ella iba a bañarse, él iba también.
Si él iba a cazar, ella iba también.
Si ella iba al campo, él iba también.
Nueves meses después la india fue madre.
Pero el niño nació muerto y la india no conseguía levantarse ni andar.
Desde ese día no tuvo más fuerzas en las piernas para caminar
Entonces él comenzó a llevar a su amada a hombros a todas partes.
Un día fueron por el campo a comer mangaba y muruci.
El sol se fue. Vino la luna. Vino el sol. Después vino la luna. Y fue así durante muchos y más días.
Los dos amantes nunca volvieron.
Mucho después, donde encontraron el arco y las flechas del hombre; el tanga, los pendientes, y la pulsera de la india, creció un Tajá con un verde brillante desconocido.
Esa planta, que es el Tamba-Tajá, nacida del cuerpo de los indios amantes, tiene en las hojas una reproducción vegetal del sexo de la mujer y en el tallo está el del hombre.